El Conflicto de Cerro de Pasco

Por Phil Rodríguez Gonzales
De acuerdo al último reporte de la Defensoría del Pueblo, el 67,5% de los conflictos sociales que el país sufre son de tipo socioambientales, lo que equivale a 129 casos en total (de los 191 entre activos y latentes). De esos 129, 83 casos (64,3%) están relacionados con la actividad minera (Defensoría del Pueblo, 2020). Ex profeso, desde hace largo tiempo que el mayor número de conflictos reincide en la categoría anteriormente mencionada, dejando en claro que los conflictos socioambientales son parte inherente de nuestra realidad social. Actualmente, la evidencia de eso está presente en Cerro de Pasco. Esta ciudad ha captado nuestra atención nuevamente a causa de las recientes manifestaciones en contra de los efectos contaminantes de la minería que sigue poniendo en riesgo mortal la vida de los pobladores y, en especial, la de los niños que viven ahí. Desde hace más de un siglo que diferentes empresas mineras internacionales se han instalado para realizar dicha actividad en esa zona y, desde 1996, se sabe que todos esos males de salud que los pobladores del distrito de Simón Bolívar, entre otros sectores de la región, padecen son producto de la contaminación ambiental. Según los estudios que se viene realizando desde la fecha antes descrita en adelante, metales como el plomo o el arsénico han sido descubiertos en la sangre tanto de niños como trabajadores, producto del vertimiento de aguas negras de las ciudades a los ríos, de aguas residuales de las empresas mineras, de líquidos y solidos del basurero de Rumiallana y del desmonte minero, motivo por el cual, se ha recibido incontables casos de cáncer al estómago, pulmón al igual que otras enfermedades como la leucemia (Centro de Cultura Popular Labor, 2018).
Esta realidad que se atraviesa delante nuestro pone de manifiesto la diversificación de intereses y/o demandas entre los diferentes sectores de la sociedad. Por una parte, se perpetúa el discurso del crecimiento económico a partir de la inversión extranjera y de la explotación mineral como fuente primaria del mismo y, por otra parte, el deseo comunitario de llevar una vida digna y, todo lo que eso implica. El gobierno como ente intermediario se ocupa, valga la redundancia, de mediar entre estos dos actores para converger, sin embargo, es más sintomático, el malestar general cuando surgen las discrepancias, por consiguiente, los números arriba expuestos no hacen otra cosa más que reafirmar el ineficaz papel que desempeñan las autoridades responsables. Ahora bien, es urgente observar con una mirada mas critica las razones o fundamentos de esta irresolución.

Lo que sucede es que el tratamiento que el conflicto social tiene supone usualmente un proceso que discurre anómalamente dentro de un sistema social y, en consecuencia, los mecanismos y procedimientos de dialogo y prevención que se toman tienen un efecto a penas suavizante y de maquillaje al final. Ésto porque la sociedad, en su constitución, es una contradicción por sí misma. La sociedad peruana tiene matices, es decir, una pluridad de voces, que, con frecuencia y de acuerdo a los indicadores mostrados, son aplacados por las voces más fuertes. Para efectos de eso, se tiene que decir a todas luces que nuestra organización sociopolítica se erige sobre relaciones inherentemente conflictivas e, irreconciliables. Dicho de otra forma, el conflicto se mantiene mientras la sociedad se siga articulando de forma clasista. La clase que domina el poder político y económico tiene el interés de conservar esa relación mientras la clase oprimida, sacudirse el yugo (Cadarso, 2001). Todo intento de satisfacer las demandas sociales resultará fallido sí la actividad minería, para su crecimiento y expansión, precisa de la explotación y sobrexplotación de los recursos, así como, del perjuicio del medio que les rodea y de lo que habitan en él. Sí la minería paga la fiesta, ¿Por qué la clase política debería velar por nuestros intereses y oponer a los de ellos? No hace mucho sentido sostenerse en quienes obedecen a los intereses empresariales ¿verdad? Por lo tanto, no es inusual seguir esperando más de esto.
El
rompimiento con ese ciclo de malestar y enfado de la población afectada y del
resto que se identifica con las causas sociales debe venir acompañado de la
movilización que, hoy, no constituye una masa gruesa de gentes, pero, creo que es
imperativo visibilizar desde nuestra posición, como también participar para
imponer nuestros intereses, que son de la mayoría y, que representan a los más
desprotegidos.
Bibliografía
Cadarso, P.-L. L. (2001). Principales teorías del conflicto social. Dialnet. Obtenido de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/241031.pdf
Centro de Cultura Popular Labor. (2018). Estudio en poblaciones afectadas por metales pesados en Pasco. Source. Obtenido de https://www.laborpascoperu.org.pe/images/adjuntos/Estudios%20Cerro%20de%20Pasco.pdf
Defensoría del Pueblo. (2020). Reporte de conflictos sociales n.°191. Obtenido de https://www.defensoria.gob.pe/wp-content/uploads/2020/02/Conflictos-Sociales-N%C2%B0-191-Enero-2020.pdf