Un indigenismo para el siglo XXI

Por César Taboada Rodríguez
En los últimos días ha sido tendencia mundial el hashtag "#BLACKLIVESMATTER" (las vidas negras importan), esto a raíz de la muerte de George Floyd, un afroamericano que fue asesinado violentamente a manos de un policía en la ciudad estadounidense de Minneapolis. Este hecho desencadenó toda una ola de protestas que se extendieron a lo largo de muchas ciudades de Estados Unidos y puso, una vez más, al racismo dentro del debate público. Por ello, distintas personalidades del medio peruano también alzaron una voz de protesta solidarizándose con aquel hecho. Sin embargo, fue Salim Vera, líder de la banda Libido, quien hizo una contraprotesta aludiendo al cinismo e hipocresía de muchos que estaban en contra de un caso como ese que se comete en tierras extranjero y que se quedan callados por casos muy similares que suceden en el Perú. Así que esto abre una cuestión: ¿existe el racismo en el Perú?
La respuesta es obvia y cae por su propio peso: UN ROTUNDO ¡SÍ! Sí amigo lector, nuestro querido Perú es un país racista, y aunque a veces esta realidad quiera ser ocultada ineficazmente por algunos sectores, no se puede tapar el sol con un dedo. Ante esto, dentro del impredecible mundo de nuestra fauna política perucha, los partidos de izquierda son los que casi siempre han denunciado y han luchado contra aquella desigualdad (en todos los ámbitos) que esto produce, causado, creo yo, por obvias razones de clase (generalmente la población que sufre de racismo pertenecen a las clases bajas). Pero antes de continuar, remitámonos a los hechos y a la historia.
Sabemos bien que el pueblo andino oriundo del Perú inició su periplo en estas tierras desde aproximadamente el 15 000 a.n.e. hasta la conquista de los españoles en 1532, durante todo ese tiempo la etnia andina dominó por completo el escenario geopolítico desde la actual Colombia hasta el norte de Chile y Argentina por medio de las distintas naciones que se asentaron. Una vez que los ibéricos empezaron a establecerse en sus encomiendas, corregimientos y demás gobernaciones, la estructura social cambió y tuvo que adaptarse a los nuevos conceptos occidentales, siendo los españoles y criollos quienes estarían en la cima de la sociedad, por otro lado, en su antítesis los indígenas, mestizos y, posteriormente, los negros africanos completarían la base de esta pirámide racial.
Si bien esta composición racial segregacionista que presentó el Virreinato del Perú culminó formalmente con la emancipación de la corona española, esta se mantuvo dentro de las relaciones informales adscrita en nuestra etapa republicana, una especie de feudalismo a la peruana, conocido también como gamonalismo. Esto afectó directamente a la población andina, que, si bien muchos eran libres legalmente, su situación laboral daba la impresión de vivir en esa esclavitud, por ejemplo, la lamentable técnica del enganche en las haciendas de la costa o los salvajismos que perecieron las tribus amazónicas durante la "gloriosa" época del caucho a inicios del siglo pasado.
Estas relaciones verticales han ido diluyéndose de a pocos al pasar del siglo pasado, teniendo a la reforma agraria, puesta en marcha por Juan Velasco Alvarado, como un gran punto de quiebre que permitió una mayor libertad social y de clase para toda la población indígena a costa de los terratenientes; no obstante, el descalabro económico desalentó un renacimiento que, creo yo, pudo ayudar a mejorar la posición social de todos estos "libertos".
INDIGENISMO AYER, INDIGENISMO AHORA
Desde fines del siglo XIX, empezó a gestarse un movimiento indigenista que, desde distintas ramas, pretendió reconceptualizar al "indio". Ante esto, muchos artistas le dieron al indio un rol protagónico dentro de sus producciones con el fin de conocerlo, revalorarlo y, obviamente, ser conscientes de las penurias que vivían. Como grandes exponentes de aquello tenemos a Clorinda Matto de Turner, José Sabogal, José Carlos Mariátegui, José Watanabe, Ciro Alegría, José María Arguedas y un larguísimo etcétera. Todos ellos fueron los voceros del indigenismo desde sus respectivas posiciones artísticas, intelectuales, políticas y académicas.
Sin embargo, desde finales del siglo XX hasta hoy, el indigenismo ha ido perdiendo influencia. Por un lado, la liberalización del indígena ha cambiado la realidad de su esclavitud gamonalista y el discurso de la opresión terrateniente, asimismo, los descendientes de los indios libertos han ido mejorando sus oportunidades sociales, económicas y políticas, pudiendo así llegar a la educación superior, conseguir mejores trabajos, crear empresas, llegar a altos cargos políticos y escalar en la sociedad. Transformada esta realidad actual en contraste con la de hace algo más de 50 años, podemos deducir que varios de los objetivos originales del indigenismo están superados y que, incluso, el movimiento per seno tendría sentido en pleno siglo XXI.
Pero, por otro lado, estas mejoras sociales no han sido completamente para toda la descendencia indígena, ya que muchos de ellos, aunque no son oprimidos ni esclavizados, siguen viviendo en la pobreza, con una educación deplorable, trabajos informales e inseguros y, por qué no, en el vandalismo y la delincuencia. Es a ese tipo de problemas y falencias a los que una nueva renovación del indigenismo peruano "clásico" se debe aspirar a futuro.
ANTE UNA RENOVACIÓN DE LOS OBJETIVOS INDIGENISTAS
La historia en su totalidad es un ir y venir de guerras, muertes, sangre, intereses económicos, migraciones, transculturación y demás cambios que se dan o de manera pacífica o de manera violenta. Lo han vivido los egipcios, lo griegos, los babilonios, los mongoles, los nipones, los maoíes, incluso los mismos españoles lo vivieron. Es así que en el territorio que actualmente está asentado el Estado Peruano hace quinientos años lo dominó el Tahuantinsuyo y que a partir de 1532 la monarquía española lo poseería, dándose una vez más ese desarrollo del ir y venir de la historia. De la forma en que los chimúes y los chancas perecieron ante los incas, estos perecieron ante los peninsulares y que, como ya vimos, dejó al pueblo andino relegado por muchos años. En pleno 2020 no podemos hacer absolutamente nada para evitar esos hechos, ya que es imposible volver a 1532; pero lo que sí podemos hacer es que los descendientes del pueblo andino puedan mejorar sus condiciones de vida.
Creo que suficiente tenemos con muchos resentidos que reniegan de los actuales habitantes de España, como si estos tuvieran responsabilidad alguna de todos los cometidos, mediante los cuales no van a sacar de la pobreza a nuestros hermanos ni ninguna otra mejora. Al contrario, debemos analizar qué de beneficioso hubo de aquella confluencia de las culturas andina y occidental y cómo podemos aprovecharlo para mejorar esta cruenta realidad.
Los nuevos objetivos del indigenismo para el siglo XXI deben estar dirigidos, primero, a lidiar de plano contra las deficiencias económicas de la población andina, que, dentro del libre mercado, se deban promover los emprendimientos y la formalización (en caso lo hubiera) de empresas para así crear condiciones de empleo legales y adecuadas, esto acompañado de una reforma en la normatividad laboral destinada a favorecer a la clase andina trabajadora. De esta manera, podríamos generar un empoderamiento económico que funcione como base mediante la cual se sostenga una mejora en la escalera social.
Segundo, un apoyo social de parte del Estado en cuanto a las necesidades educativas, sanitarias, nutricionales, habitacionales y demás, el cual no deba quedar como un mero asistencialismo público, sino como una ayuda temporal mientras esta población se va acomodando dentro del sistema económico. Tercero, una fuerte y mayor promoción a los estudios arqueológicos de las sociedades andina y amazónica antiguas con el fin de mejorar y ampliar los conocimientos científicos que hasta ahora se han obtenido a raíz de todas las investigaciones realizadas. Cuarto, la enseñanza del quechua, el aymara o demás lenguas aborígenes para evitar la extinción de estas.Quinto, el reconocimiento constitucional de un Estado Plurinacional, como lo es el Perú, similar a lo que se da en Bolivia (exceptuando el sistema económico socialista), esto para visibilizar adecuadamente la diversidad étnica y cultural que poseemos.
A estos objetivos propuestos se les puede, y debe, añadir muchos más, los cuales tengan como meta la mejora de la calidad de vida de todas estas etnias, para que quizás, más adelante, podamos presenciar un renacimiento indígena. Asimismo, debemos tener los pies sobre la tierra y evitar cualquier referencia absoluta hacia una vuelta a aquella cultura que encontraron los españoles, ya que, a mi parecer personal, es imposible volver a eso debido a que el occidentalismo a calado hondamente en nuestras vidas y ya somos parte de ello. Lo más dable sería un neoindigenismo que tenga dentro de sus elementos al occidentalismo como un pilar fundamental e influyente.

MENCIONES FINALES
Al margen de esta liberación, la tradición andina ha ido decayendo de a pocos en muchas zonas del Perú, siendo sustituida por una ola mucho más occidentalizada dentro del mestizaje existente entre ambas culturas, ya que las nuevas generaciones post-reforma agraria han sido fuertemente influenciadas por la apertura económica y el libre mercado que se dio en la última década del siglo pasado y que nos llegó directamente, en contraste con épocas pasadas. Sumado a esto, los lerdos intentos de industrialización durante la primera década de este siglo nos han acercado más a occidente.
La figura de Chacalón es un claro ejemplo de las dificultades por la cuales pasaron, y siguen pasando, los indígenas y sus descendientes al tener que migrar, por necesidad, desde su terruño, en los andes o en la amazonía, hasta las ciudades costeñas o la gran capital. Que si bien estas migraciones ya no son tan renuentes como lo solían ser, las herencias fisiológicas se han convertido últimamente en las excusas para muchos "blanquitos capitalinos supremacistas" que o añoran el subordinamiento indígena o son unos perfectos estúpidos, dado que nunca falta alguna trampita legal o de pertenencia para excluir y construir barreras que los distinga.
Me quedo una frase de la canción "I am Cholo", de la banda peruana Dmente Común, la cual dice así: "Yo soy cholo / Igual que tú / Pero tú crees que eres más que yo", haciendo referencia a los negacionismos y vergüenzas que muchos cholos sienten hacia su propia etnia, siendo este uno de los peores pecados que se podrían cometer dentro de la idea del indigenismo.