Yo no me río de la muerte, pero pienso mucho en ella...
Por Jhimer Monzón Mantilla

Vivo pensando en la muerte, estos pensamientos ocupan un noventa por ciento de mi día. No recuerdo con seguridad cuando empecé con esta manía; pero fue aproximadamente entre los 15 y 16 años.
Me acuesto cada noche pensando que, quizás, no haya un amanecer para mí. Cuando al otro día abro los ojos, suspiro, me pongo de pie y reinicio mis divagaciones fúnebres; hay días que las enfrento con valentía y templanza, y otros con miedo y cobardía.
¿Será un accidente? ¿Un infarto? ¿En un hospital o en medio del mercado La Hermelinda?
Perdónenme si los pongo en una situación incómoda, pero es que así me siento yo en casi toda mi existencia. Claro, hay momentos en los cuales mi mente se distrae con pensamientos que la alejan de mi ansiedad; como cuando almuerzo a mi familia, escucho algún álbum o escribo. Ojalá pudiera estar con mi madre y mis hermanas a la mesa todo el día, algunos discos apenas alcanzan la hora y dedicarse la literatura es un oficio tan pesado que uno no puede ejecutarlo por mucho tiempo.
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El último respiro. El corazón, inmóvil. La sangre, estancada. Las células empezando a corromperse. Oscuridad infinita.
¿Iré al infierno? ¿Simplemente existe algo más? ¿Si nuestra "conciencia" sigue "viva"? ¿Y si aún podemos sentir?
Para colmo de males, soy claustrofóbico; y no puedo si quiera imaginar estar encerrado por la eternidad en una caja donde no puede pasar ni un halo de luz, ni un poco de aire. Espero que los gusanos hagan su trabajo en un santiamén.
Y hablando de tiempo: ¿Cuántos meses, día, horas les llevará olvidarme a mis amigos? Espero que lloren en mi velorio, porque un velorio sin llanto es aburrido. Por otro lado, tengo la esperanza que haya anécdotas divertidísimas y entrañables que mis conocidos puedan contar sobre mí. He vivido tan pocas cosas y, a la vez, tantas; que trato de inventarme algunas y de olvidar otras. Porque un velorio sin anécdotas graciosas y risas, también es muy aburrido.
¿Nicho o tumba bajo tierra? ¿En Trujillo o en Curgos? Mejor en Curgos. Que el barro que me vio nacer, sea el que alimente con mis entrañas.
Al menos en la muerte hay igualdad. Me consuela saber que todas y todos los hombres pasarán por ese momento, que se cambia el calor por el frio; la luz del Sol, por la oscuridad de la tierra; los Hola, por un solo adiós eterno; y lo único que no cambia uno, es de ropa, aunque, hay lugares en donde, cada cuantos años, los familiares desentierran al difunto para peinarlo, cambiarle la ropa y echarle unas oraciones. A veces, ni de muerto te dejan en paz.
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Otra vez me deje llevar por mis pensamientos, que
ahora ya están muertos, pero estampados en un papel; quién sabe y lo leerá
usted en su pantalla, si el editor de está pagina web así lo quisiera.
Lamento que solo haya tenido preguntas; pero, es que nadie tiene respuestas para esto. En fin, lo incierto ahora, mañana será una realidad.
Hoy, domingo veintitrés de febrero del dos mil veinte, a las veintitrés horas con veintitrés minutos, escribo estas divagaciones. Y, como dije anteriormente, si usted llega a leerlas, tal vez, yo, ya esté tres metros bajo tierra.